Tecnología y graduados en el futuro

Es la era del dato, los países que apuestan por una educación orientada a la innovación son los dueños del futuro. Ya sucedió en el pasado en naciones que renacieron de sus cenizas (Japón, Alemania) o en países donde estar a la vanguardia tecnológica es una obligación competitiva y geoestratégica (Estados Unidos, China). Se trata éste de un tema que, personalmente, me inquieta y al que he querido dedicar una entrada especial en mi blog. La inquietud se alimentó al comprobar varios datos que sugieren que en España hay problemas importantes sin resolver respecto a inversión en innovación -y, buena parte de los mismos de raíz educativa- pero también iniciativas esperanzadoras y encomiables. A todos los niveles.

Respecto a la inversión en I+D, el problema continua. En España innovamos con pocos medios y eso limita la competitividad. En dos años de franco crecimiento económico como 2016 y 2017 esta inversión ha crecido en el entorno del 2% cuando el PIB lo ha hecho al 3%. Por lo tanto, ha existido un retroceso en el gasto relativo en I+D.

Tampoco es un misterio que España cuenta con pocas empresas tecnológicas punteras a escala internacional y que éstas se circunscriben principalmente al ámbito de las telecomunicaciones. Este problema del tamaño e importancia relativa de las empresas con perfil tecnológico es, en todo caso, europeo. Sobre todo, en lo que se refiere a las que manejan información. Las grandes tecnológicas de mayor capitalización (BigTech ) están en Estados Unidos y China y hay dudas sobre si la regulación (junto a un sistema institucional de investigación algo vetusto) limitan este tipo de desarrollos en Europa.

Sea como fuere, la situación puede poco a poco cambiar, sobre todo si la cualificación tecnológica de los españoles se cimenta desde abajo. Esto es complicado porque todavía un tercio de la fuerza de trabajo española es de reducida cualificación lo que, además, coloca sus empleos en situación de riesgo ante la progresiva automatización de amplias de sus funciones actuales. Uno de los informes de referencia sobre los avances tecnológicos en nuestro país, el de la Fundación Cotec, señala, en su última edición que “hay disfunciones en la estructura de cualificaciones de la población española que limitan el desarrollo e incorporación de innovaciones”. En edades tempranas, por ejemplo, aunque las capacidades matemáticas son similares al promedio europeo, poco a poco se va cayendo y perdiendo parte de esa pujanza en tramos superiores de educación secundaria. Aunque progresivamente se hace un esfuerzo en esta área y otras asociadas más directamente a la tecnología, la formación básica tecnológica es aún muy limitada en España.

En la universidad, no obstante, hay iniciativas que son esperanzadoras. Curiosamente, encuentro dos muy significativas en mi entorno personal y más cercano. En la institución donde soy catedrático en la actualidad, CUNEF Business School (en Madrid), se imparte un master en Data Science para Finanzas que incorpora, de forma pionera, lo mejor de la realidad tecnológica y del análisis de inversiones y mercados. Estas iniciativas se extienden por el territorio y prometen un desarrollo integral y local más tecnológico. Así, en la ciudad donde nací, Gandía, y en el ámbito de la enseñanza pública, la Universidad Politécnica de Valencia organiza un campus en el que imparte, entre otros, el Grado en Tecnologías Interactivas donde se diseñan sistemas y aplicaciones interactivas en diferentes ámbitos como la salud, el turismo, la enseñanza, la industria del entretenimiento, la sostenibilidad ambiental o la ayuda en discapacidades.

La idea de este tipo de iniciativas formativas es solventar una de las deficiencias en educación tecnológica que anticipa el Informe Cotec. En particular, que muchas empresas requieren capacidades tecnológicas que el ámbito universitario sólo proporciona de forma bruta, sin el pulimento práctico necesario. Esto supone una importante inversión para las corporaciones y, dada la estructura del tejido empresarial español, lo es también para empresas de todo tamaño. No resulta sorprendente, por ejemplo, que casi la mitad del gasto empresarial español en I+D fue ejecutado por pymes. La idea es combinar la extraordinaria formación técnica que proporcionan muchas de nuestras universidades con otra basada en proyectos y en desarrollos prácticos.

La oportunidad está ahí. Los aciertos educativos proporcionan a los países réditos que duran décadas. Pero las carencias también se pagan por muchos años.

 

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