Un premio en las trincheras

Publicado en El País el 15 de octubre de 2019

Reducir la pobreza sigue siendo un reto descomunal y de importancia incalculable en un mundo en el que más de 700 millones de personas viven en esas condiciones en países en desarrollo. Es una obligación común porque la responsabilidad es siempre común y la economía es global. La concesión del Nobel de Economía a Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer es un reconocimiento a este esfuerzo, pero, lo que es más importante, a un avance científico de extraordinaria importancia científica: los experimentos de campo en Economía. Lo explicó muy bien Duflo —segunda mujer distinguida con este Nobel—, que fue entrevistada telefónicamente durante el anuncio del galardón: se trata de llevar el laboratorio a la realidad para ver qué acciones públicas son las que funcionan, evaluándolas una a una de forma exhaustiva para luego analizar cómo pueden funcionar de forma combinada.

La ciencia económica dio un paso de gigante desde finales del siglo pasado cuando abrazó la psicología y los entornos experimentales. El reconocimiento a los estudios de campo debe servir de acicate para aplicarlo a aquellos contextos de análisis económico donde hay más resistencia a probar otras metodologías. Probablemente, será muy útil allí donde hay controversias importantes. Y donde, precisamente, hay dudas sobre qué es lo que funciona.

Banerjee y Duflo, que trabajan juntos (además de ser pareja) en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Kremer (Harvard University) cuentan con un extensísimo currículo y reconocimiento en la profesión. Sin embargo, probablemente, su mayor satisfacción es la de ver sus análisis llevados con éxito a la práctica. Han probado, por ejemplo, cómo programas educativos adaptados al nivel del alumnado funcionan mejor que los que quieren incorporar numerosos contenidos a la vez. Ya se aplican, de hecho, en la educación de más de 60 millones de niños en India y África.

Los Nobel de Economía son, cada vez más, signo de nuestro tiempo. El de ayer muestra la transición histórica de una disciplina muy trascendente, la Economía del Desarrollo. Amartya Sen ya lo ganó en 1998 explicando los mecanismos subyacentes de la pobreza, pero la transformación experimental ha elevado a otro nivel estos estudios. Refleja el valor de lo interdisciplinar y del esfuerzo colectivo, de los “cientos de investigadores” a los que ayer hacían referencia los premiados. Aludían a variables que no suelen estar en los modelos econométricos, como la dignidad o la esperanza. Que permiten mejorar, en esos estudios de campo, no solo programas de educación, sino también de sanidad, de agricultura y de acceso a crédito.

Es costoso implementar estos programas experimentales, pero proporciona enormes réditos que sobrepasan la inversión. Por eso fue especialmente emotivo cuando Duflo se refirió a cómo Marie Curie gastó la dotación de su Nobel en comprar un gramo de radio (extraordinariamente costoso) y, cómo ahora, los tres premiados tendrían que pensar en qué “gramo de radio” gastar su propio premio. Se trata de ordenar dos palabras clave, políticas e incentivos. Descubrir lo que funciona desde las trincheras del experimento de campo.

Expectativas mal educadas

Publicado en El País el 8 de octubre de 2019

 

Crece la inquietud por la situación económica. Se habla, incluso, de que las cosas solo pueden ir a peor y que es inevitable y necesario. La velocidad a la que fluye la información es directamente proporcional a la de la sobrerreacción. El problema es que esa formación acelerada de expectativas tiene un valor económico. Si la mayor parte de los consumidores y empresas cree que todo irá a peor, esa creencia hará que las cosas empeoren.

Ayer fue el día de la educación financiera. Vivimos momentos en los que se pone especialmente de manifiesto su relevancia. La dificultad para mejorar la instrucción económica cuenta con un problema de base: el elevado grado de disensión entre economistas y decisores de política (hoy en día, particularmente, bancos centrales). La discusión no es coyuntural. La duda profunda es si los supuestos y herramientas que se están aplicando son los adecuados para la economía del siglo XXI. Los economistas estamos divididos entre los que creen que una recesión (dura) es algo necesario para volver a crecer y corregir burbujas y los que creen que con las herramientas adecuadas no tendría por qué ser más que una corrección. Esta última es una tesis que viene siendo defendida por Bradford DeLong, harto de escuchar cosas como “recesión necesaria” o “purga sanadora”.

Son muchas las aportaciones de economistas que invitan a renovar la visión sobre los ciclos económicos y la sostenibilidad. En España, este debate contrasta con la crítica estéril en algunos medios, como las agrias y muy comentadas discusiones en debates televisivos, en las que algunos tratan de instruir con argumentos y otros de demoler con desprecio y desconocimiento a los economistas. Mala contribución a la educación financiera.

Parece que los ciudadanos están empezando a asustarse. Hay retracción en el gasto. La recesión no se puede descartar a medio plazo pero los fundamentales no invitan al pánico. Más profecía autocumplida: si las cosas pintan mal, solo pueden ir a peor. Se precisan medidas eficientes de estímulo allí donde las dudas se acumulan (automoción, restauración, viajes). Y siempre (mejor mientras se crezca) tratar de ir transformando productividad marginal baja (sectores deprimidos) en productividad marginal creciente (sectores innovadores y digitalizados). Desgraciadamente, no está en la agenda. La mayor parte de los cambios estructurales que tienen efectos duraderos y protectores se dan durante las expansiones, no durante las recesiones.

Una duda transversal que planea en este debate sobre formación de expectativas es el papel de los bancos centrales… desde hace casi veinte años. Tuvieron que cambiar (tal vez artificialmente) el sentimiento de pesadumbre tras el 11-S. Se echó de menos una corrección natural más cíclica que, tal vez, hubiera suavizado el rodillo de la crisis. Tal vez las acciones monetarias extraordinarias siguen demorando algunos ajustes inevitables. Es una economía política muy paternalista en la cual, paradójicamente, el menor protagonismo es el de los “padres naturales”, los Gobiernos y sus políticas fiscales. Todo es excepcionalidad monetaria. En España también se mira ya más a Fráncfort que a Madrid.