Publicado en El País el 25 de agosto de 2020
Los datos de coyuntura turística publicados ayer muestran la debacle de una perturbación vírica. También conocemos, aunque sea más anecdóticamente, cómo parte del sector sobrevive con nuevos canales de comercialización online, turismo de interior y otras opciones a las que las circunstancias obligan. La pandemia acelera los procesos de destrucción y creación empresarial. En un entorno proclive al gasto y la financiación, gobierno, sector financiero y empresas se sitúan ante la encrucijada de confrontar dónde se estaba antes de marzo y dónde se quiere ir a partir de ahora. Antes de la covid-19 se esperaba una corrección cíclica que se habría manejado de forma más o menos controlada. Pero la epidemia ha desatado la furia de un shock de oferta y demanda de grandes proporciones en tan sólo tres o cuatro meses.
El bofetón quizás no deja reconocer suficientemente que hace tiempo que sobrevuela la necesidad de una renovación productiva guiada por la innovación, la digitalización y nuevas referencias energéticas. Está claro que hay que destinar fondos a tapar agujeros, pero muchos más -la mayoría, si es posible- a impulsar al que innova o se reinventa. Schumpeter reinterpreta la máxima shakespeariana de que “no basta levantar al débil, hay que sostenerlo después” para dirigir la mirada también al que propone una nueva fortaleza para la economía. La lección más dura a la que nos enfrentamos es dejar caer aquello con escaso o nulo futuro. Aunque no ocurrió en todos los sectores, en España, hace diez años, se entendió a la fuerza que una parte del sector de la construcción debía salir del mercado y que los que quedaban debían «reinventarse», por ejemplo, hacia la obra pública o la licitación internacional. Ese proceso está también pasando ahora con otros negocios (y llegará al turismo también). Los recursos públicos (deuda, ayuda europea) y privados (financiación bancaria) deben emplearse para apoyar nuevas estructuras y proyectos empresariales competitivos y de alta demanda. Podemos seguir debatiendo de ello diez años o ponernos las pilas, organizarnos y acumular recursos en los sectores pujantes. La pandemia ofrece oportunidades también.
Hay que intentar transitar rápido el camino que va del puente a la lanzadera. Gobierno y bancos han tendido pasarelas para los que podían tener dificultades transitorias por los efectos del confinamiento y la caída de la demanda. Algunos no han llegado a cruzarlas y otros lo han hecho replanteando sus formas y canales de comercialización. Es hacia ahí donde fundamentalmente deberían ir los recursos mientras se logra un mayor control sanitario. En otros países europeos también acontecen estos desafíos, pero se observa que las industrias que fueron punteras y sufrían cierto declive aprovechan un aluvión de recursos públicos para reorientarse en la nueva economía (como la automoción en Alemania).
Es pertinente preguntarse si en España procederemos al habitual reparto administrativo del pastel o si, alternativamente, propiciaremos verdaderos proyectos de renovación empresarial. No hay que abandonar radicalmente turismo o construcción o muchos otros servicios asociados. Lo que se debería hacer es renovarlos, reinventarlos y complementarlos con otros, mientras en paralelo se propician actividades de la nueva economía.