Huida de los activos especulativos

Publicado en El País el 25 de enero de 2022

Todo en su contra. Ha ocurrido en otras ocasiones, pero esta vez parece algo diferente. El bitcoin ha visto como se hundía a la mitad su valor de mercado desde su máximo en noviembre. Muchos factores explican esta evolución, pero hay uno de carácter financiero que está jugando un papel determinante: la actual huida de los activos más especulativos. Principalmente porque comienza a haber perspectivas de cierta “normalización financiera”, que implica tipos de interés (más elevados) que reaccionan a la inflación. Durante los últimos diez años, los de la explosión de bitcoin, no había acontecido algo así por la situación insólita de la política monetaria y los mercados financieros. En este sentido, la aversión al riesgo también se puede estar «normalizando». Esa tendencia a poner dinero en inversiones cuyo valor subyacente o intrínseco no se conoce bien o es difícil de explicar está llamada a tener un mal año en 2022 y quizás más allá. A esta situación financiera, hay que añadir que los propios reguladores en todo el mundo están poniendo trabas e, incluso, prohibiendo la compraventa y el minado con criptomonedas. Rusia es el último en planteárselo. Asimismo, la posibilidad de conflicto bélico en Ucrania está en el epicentro de varias de las principales localizaciones de minado. Todo parece en su contra.

Desde un ámbito más analítico, se puede explicar con el clásico problema de diferencia entre inversores informados y no informados. Los más críticos con las criptomonedas han señalado que son altamente especulativas y con escaso o nulo valor subyacente. Sin embargo, si pueden atraer especulación -mediante información no siempre transparente y hordas de inversores no informados-, a los informados les puede resultar indiferente, porque llegaron primero a poner el anzuelo y llevan recogiendo beneficios varios años. Ahora, sin embargo, para muchos podría ser el momento de decir adiós, pero los inversores no informados pueden quedarse atrapados en la parte baja de la pirámide, viendo sus pérdidas multiplicarse. No faltarán quienes alimentarán aún la especulación aún menos fundamentada, indicando que estos movimientos ofrecen oportunidades de comprar estas monedas baratas (la clásica trampa de «compra cuando está cayendo» o «buy the dip»). 

Si finalmente los más críticos aciertan, la de las criptomonedas no va a ser una corrección normal. Irá por barrios, dependiendo de cuándo le dio la fiebre a cada cual. Específicamente, esto es un crash con todas las letras si alguien entró a comprar las principales criptomonedas hace un par de meses porque, a día de hoy, habría perdido la mitad. Tampoco es una fiesta para El Salvador – un país que vinculó su deuda a la criptomoneda. Para otros, que entraron hace tiempo, sigue siendo un juego. La sensación es, sin embargo, que, para los más informados, puede ser el momento de salir corriendo.

En todo caso, es bastante incierto qué pueda ocurrir en los próximos meses porque, al igual que no hay certeza respecto a las criptomonedas, tampoco la hay para la renta variable y fija, con la amenaza de más subidas de tipos de las esperadas y de una duración de la inflación más allá de las expectativas.

Adiós a la «contra natura»

Publicado en El País el 20 de enero de 2022

El fin de los tipos de interés negativos parece estar más cerca. El primer gran aviso llegó en las últimas horas, algo más que simbólico: el ‘bund’, el bono alemán con vencimiento a diez años que sirve de referencia para la renta fija europea volvió a rentabilidades positivas, casi tres años después, cotizando al 0,025 por cien (el martes había sido del -0,017). El contexto es de rentabilidades al alza en los mercados globales de deuda pública y privada El bono español se mueve ya holgadamente por encima del 0,7 por cien, el nivel más alto desde mayo de 2020. Los inversores señalizan claramente que desean actuaciones más contundentes de las autoridades monetarias ante el fuerte crecimiento de precios. Los recientes datos de inflación de diferentes economías solamente han servido para añadir más leña al fuego de la preocupación en los mercados por la inflación.

            Ilustrativo que la Eurozona no haya podido “salvar” esa vuelta a rentabilidades positivas a pesar de los anuncios del Banco Central Europeo de que no tocará los tipos de interés en 2022, en clara disonancia con Reserva Federal y Banco de Inglaterra. El dique que se pretendía mantener con un discurso más contemporizador desde Fráncfort no ha funcionado. Los tipos de interés de la renta fija europea van claramente al alza también. Desacoplarse de las consecuencias de las decisiones de la Reserva Federal va a ser tarea imposible. Es más, a pesar de la insistencia del BCE de que mantendrá estrictamente su estrategia hasta 2023, Financial Times señalaba que los mercados están ya descontando dos subidas de tipos oficiales -de 0,1 por cien cada una- del BCE antes de fin de año. 2022 empieza fuerte en lo financiero.

Los tipos de interés negativos nunca fueron buena idea. ¿Qué podía salir mal? No es algo natural pagar por prestar o cobrar por endeudarse. Ha hecho un daño notable. Entre otros, a una generación de ahorradores europeos. Se argumenta que fue un mal menor ante las consecuencias de la crisis financiera y de la deuda soberana de hace una década y luego se mantuvieron con la pandemia. Sin embargo, las distorsiones que ha generado en los mercados de crédito perdurarán. Los gobiernos no han mantenido una adecuada disciplina fiscal. Hay muchas empresas zombie. Los endeudados – muchos gobiernos y empresas- se han beneficiado pero lo que más preocupa son los incentivos erróneos que se crearon, la falsa expectativa de que los mercados te financiarán siempre hagas lo que hagas. Los precios en economía -el tipo de interés es uno de los más importantes- deben dar señales correctas. Las rentabilidades negativas no las estaban dando.

            La mayor paradoja parece estar en la Eurozona. El BCE no se plantea subir tipos pero, a medio plazo, sí que prevé reducir las compras de deuda, lo que incrementaría las primas de riesgo en medio del debate europeo sobre cuáles deben ser las reglas fiscales del futuro y sobre cómo mantener la credibilidad en el euro y los países que lo conforman. En Fráncfort y Bruselas se van a enfrentar a disyuntivas tremendamente complejas en los próximos meses.

Reacciones financieras a la inflación

Publicado en El País el 15 de enero de 2022

La inflación continúa su imparable escalada en las principales economías. Estuvo tanto tiempo perdida que este retorno ha sido tan vigoroso como polémico en cuanto a su continuidad ¿Fantasma pasajero o pesadilla recurrente? El dato definitivo del IPC en España de diciembre ha alcanzado el 6,5 por cien, su nivel más alto en décadas. Esta misma semana conocimos también que la inflación en Estados Unidos llegó al 7 por cien. Como consecuencia del reconocimiento explicito -el mismo Jerome Powell lo ha hecho esta semana en el Senado estadounidense- de esa mayor persistencia de la inflación por parte de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, y en menor medida, del Banco Central Europeo, los agentes financieros están comenzando a reaccionar. 

En la primera semana de 2022 se produjo algo llamativo, una emisión masiva de bonos -más de cien mil millones de dólares- por parte de las grandes empresas en los mercados globales de deuda. Una forma de anticiparse y beneficiarse aún de unos tipos más bajos, antes de que suban. Los de deuda son casi siempre los mercados que reaccionan primero a un cambio de expectativas, como el actual, de una gran magnitud. Ya aparecen varios aumentos de tipos de interés en el horizonte en Estados Unidos. Esto tiene importantes implicaciones, incluso para la Eurozona. Que se “levante” esa cantidad de deuda en tan corto plazo de tiempo es un movimiento de tanta trascendencia sobre lo que va a acontecer con las expectativas y los mercados. Es algo de lo que no se podrá “desacoplar” el BCE, aunque siga teniendo una visión de mayor cautela ante el crecimiento de los precios. Tarde o temprano, si la inflación se mantiene, el BCE no podrá desentenderse de lo que están haciendo otros bancos centrales relevantes.

            Por el lado del ahorro, cabe esperar también reacciones. La liquidez que no busca rentabilidades y no se mueve, apenas sufre cuando no hay inflación o ésta es muy baja. Sin embargo, en entornos de inflación del 6-7 por cien, cabe esperar movimientos en la colocación del ahorro. La evolución de algunos productos bancarios de nuestro país es curiosa. En octubre de 2021 (último dato disponible) los depósitos a la vista eran 1,21 billones de euros, casi el doble que en 2015 (650 millones de euros). Los depósitos a plazo han seguido la tendencia contraria: en 2015 eran 508 mil millones de euros y el pasado octubre habían bajado a 124 mil millones de euros. Esa elevada cantidad en cuentas corrientes -un instrumento fundamentalmente transaccional y que puede moverse rápidamente-, puede ir a parar, en el actual contexto de inflación, a instrumentos que generen un mayor rendimiento que otras alternativas estrictamente bancarias. Los fondos de inversión, por ejemplo, pueden ser grandes recipientes de ese ahorro que ahora sí que buscará rentabilidades nominales significativas. No serán los únicos instrumentos de mercados financieros que recibirán ahorro, incluidos destinos más heterodoxos y arriesgados como los criptoactivos. Eso sí, con algo más de incertidumbre porque no está claro hasta qué punto estas inversiones tan volátiles protegen contra la inflación.

Aprender de los datos de empleo

Publicado en El País el 5 de enero de 2022

Nuevamente muy buenos datos de empleo en diciembre. Una racha de diez meses así, como nunca. Ahora toca mirar más allá. Parece casi un tópico lo de los “datos históricos” cada vez que sale una estadística llamativa. No obstante, no se puede examinar la información laboral como la bursátil. Esto no es un rally, es una serie encadenada de subidas de afiliación y bajadas de paro de las que hay que aprender. Por un lado, que la reacción tras lo peor de la pandemia ha sido positiva. Por otro, que algunos elementos de flexibilidad y protección aportados al sistema han funcionado. En todo caso, no podemos olvidar que España sigue teniendo tasas de desempleo comparativamente muy elevadas, casi embarazosas.

Alguno de los efectos deseados de reformas anteriores parece haber acontecido, en particular los ERTE. Eso sí, no son gratis ni eternos. Tienen también una ventaja cualitativa: ayudar a entender que el concepto de «flexibilidad» en el mercado de trabajo no tiene por qué tener siempre connotaciones negativas. En este momento, se debate una reforma que avanza en contrataciones más razonables y ataca bien algunos aspectos de la temporalidad. Se queda bastante corta, eso sí, en simplificación de contratos, entre otros aspectos. Afortunadamente, está lejos de ser una derogación efectiva de la reforma laboral anterior, aunque cambien varias cosas. En materia de descentralización en los convenios se da algún paso atrás, pero más en términos de salarios que de horas trabajadas o ajustes laborales más o menos transitorios.

La cuestión es qué cosas debemos aprender de los últimos tiempos de nuestro mercado de trabajo. Durante demasiados años hemos observado que es muy disfuncional pero no se han querido tocar aspectos que le dieran más flexibilidad. Cuando se ha avanzado algo, se ha criticado y pensado en derogarlo más que en perfeccionarlo. Ahora se observa -como en otros ámbitos sensibles y esenciales, como las pensiones- que muchos aspectos son más técnicos que otra cosa y que la realidad empírica muestra cuestiones que funcionan (simplificar contratos, ajustar horas trabajadas en función de la actividad del sector, los propios ERTE). El propio mercado muestra cómo mejorar y qué estructuras de incentivos son las adecuadas. Abrir el debate y realizar cambios y «pruebas» parece mucho más útil que andar criticando en vacío.

Se observa también un notable desajuste entre creación de empleo y avance del PIB, aún no explicado suficientemente. En parte, se debe interpretar positivamente, en el sentido de que España necesita menos crecimiento del PIB para crear empleo que hace veinte años. Algo similar ya ocurrió en 2014-2015, justo tras la aprobación de la anterior reforma. Sin embargo, los datos no deben entenderse con complacencia y dar paso a la pasividad porque el mercado laboral español sigue estando muy afectado por la temporalidad y el desempleo juvenil. También por importantes desacoples entre formación y necesidades de productividad y transformación de la actividad económica. Asimismo, errores en otras políticas (educativa, científica) imponen barreras al mercado de trabajo que se prolongan por décadas. Sea como sea, celebremos los buenos datos de empleo. Que duren.