Publicado en El País el 15 de enero de 2022
La inflación continúa su imparable escalada en las principales economías. Estuvo tanto tiempo perdida que este retorno ha sido tan vigoroso como polémico en cuanto a su continuidad ¿Fantasma pasajero o pesadilla recurrente? El dato definitivo del IPC en España de diciembre ha alcanzado el 6,5 por cien, su nivel más alto en décadas. Esta misma semana conocimos también que la inflación en Estados Unidos llegó al 7 por cien. Como consecuencia del reconocimiento explicito -el mismo Jerome Powell lo ha hecho esta semana en el Senado estadounidense- de esa mayor persistencia de la inflación por parte de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, y en menor medida, del Banco Central Europeo, los agentes financieros están comenzando a reaccionar.
En la primera semana de 2022 se produjo algo llamativo, una emisión masiva de bonos -más de cien mil millones de dólares- por parte de las grandes empresas en los mercados globales de deuda. Una forma de anticiparse y beneficiarse aún de unos tipos más bajos, antes de que suban. Los de deuda son casi siempre los mercados que reaccionan primero a un cambio de expectativas, como el actual, de una gran magnitud. Ya aparecen varios aumentos de tipos de interés en el horizonte en Estados Unidos. Esto tiene importantes implicaciones, incluso para la Eurozona. Que se “levante” esa cantidad de deuda en tan corto plazo de tiempo es un movimiento de tanta trascendencia sobre lo que va a acontecer con las expectativas y los mercados. Es algo de lo que no se podrá “desacoplar” el BCE, aunque siga teniendo una visión de mayor cautela ante el crecimiento de los precios. Tarde o temprano, si la inflación se mantiene, el BCE no podrá desentenderse de lo que están haciendo otros bancos centrales relevantes.
Por el lado del ahorro, cabe esperar también reacciones. La liquidez que no busca rentabilidades y no se mueve, apenas sufre cuando no hay inflación o ésta es muy baja. Sin embargo, en entornos de inflación del 6-7 por cien, cabe esperar movimientos en la colocación del ahorro. La evolución de algunos productos bancarios de nuestro país es curiosa. En octubre de 2021 (último dato disponible) los depósitos a la vista eran 1,21 billones de euros, casi el doble que en 2015 (650 millones de euros). Los depósitos a plazo han seguido la tendencia contraria: en 2015 eran 508 mil millones de euros y el pasado octubre habían bajado a 124 mil millones de euros. Esa elevada cantidad en cuentas corrientes -un instrumento fundamentalmente transaccional y que puede moverse rápidamente-, puede ir a parar, en el actual contexto de inflación, a instrumentos que generen un mayor rendimiento que otras alternativas estrictamente bancarias. Los fondos de inversión, por ejemplo, pueden ser grandes recipientes de ese ahorro que ahora sí que buscará rentabilidades nominales significativas. No serán los únicos instrumentos de mercados financieros que recibirán ahorro, incluidos destinos más heterodoxos y arriesgados como los criptoactivos. Eso sí, con algo más de incertidumbre porque no está claro hasta qué punto estas inversiones tan volátiles protegen contra la inflación.
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